sábado, 16 de julio de 2016

7 .- ¡¡¡ADIOS IRÁN!!

Regresamos en autobús desde Bojnurd a nuestra “querida Teherán”. A pesar de ser una ciudad que hemos llegado a odiar, le debemos algo muy grande, el haber conocido a la que podemos considerar nuestra familia iraní. Ya era la tercera vez que volvíamos a la ciudad, y como todavía teníamos algún visado en trámite por el que debíamos esperar unos días, decidimos hacer turismo, y al mismo tiempo descargar a la familia de nuestra grata compañía. Ellos nos repetían hasta la saciedad que no molestábamos, pero no queríamos abusar de la hospitalidad. Decidimos visitar la zona del Kurdistán iraní, fronteriza con Irak. Mucha gente nos había hablado maravillas de esta región. Las bicicletas las habíamos dejado en el norte del país, así que teníamos que movernos en otro medio de transporte. Lo fácil hubiera sido el autobús, un medio de transporte bueno, bonito y muy barato, pero decidimos que íbamos a hacer autostop. No por ahorrarnos el dinero, por el bajo coste de los carburantes en Irán, los autobuses tienen unos precios de risa. Recorrer 200 kms en un autobus VIP, con asientos extragrandes, tu bolsa de comida y todas las comodidades, cuesta unos 5€. El motivo de realizar este viaje “haciendo dedo” era por vivir una experiencia distinta. Ninguno de los tres habíamos viajado anteriormente de esta forma. Para salir de Teheran si utilizamos el autobús, hasta un pueblo a 30 kms. Era un autobús de linea desvencijado por el que solo pagamos unos 30 céntimos de euro. En esta primera población comenzamos nuestro estreno como autoestopistas. En Irán cualquier ciudadano que tenga coche es un taxista en potencia, así que nos teníamos bien aprendida la palabra “grátis” en farsi, “malloní” o algo parecido. Para un extranjero hacer autoestop en Irán es tan fácil que no tiene ningún mérito, en esta primera jornada tomamos al menos cinco coches y recorrimos 250 Kms. En una de las ocasiones, nos llevaron unos hombres que se dirigían a un lago a pescar, y al tener que desviarse de nuestra ruta, nos dejaron en un control de policía para que allí tomáramos otro vehículo. Nos daba un poco de apuro estar haciendo autoestop junto al control, pero el jefe del puesto, ni corto, ni perezoso, comenzó a parar a coches y preguntarles si iban en nuestra dirección y si nos podían llevar. Al final una pareja nos avanzó unos cuantos kilómetros más y ya casi anocheciendo llegamos a la ciudad de Hamedan. Buscamos un hotel, pero así como digo que el transporte en Irán es muy barato, inexplicablemente los alojamientos son caros y malos. Cuando ya habíamos visitado dos hoteles de mala muerte a precio de lujo y casi nos dábamos por vencidos, en la calle un grupo de hombres nos preguntó que es lo que hacíamos por allí. Al comentarles que buscábamos un alojamiento barato, uno de ellos sin dudarlo nos ofreció ir a dormir en su casa. Era ya de noche y Toreh, que así se llamaba el hombre, tenía un aspecto que en principio no nos daba mucha confianza. Ya sabemos que las apariencias engañan, y en este caso nos engañaron totalmente. Al final confiamos en él y nos llevó a su casa, que se encontraba en la localidad de Lalejin, a unos 20 kms de Hamedan. Por su forma de vestir nos imaginábamos que pertenecía a una familia humilde y dormiríamos en un lugar modesto. Cuando llegamos a casa de su familia, nos quedamos sorprendidos por el caserón donde vivía. Lalejin es un pueblo de alfareros, y la familia de Toreh se dedicaba a este negocio, incluso exportaban al exterior, a pesar del embargo que sufre Irán. Al día siguiente nos llevaron a visitar su fábrica e incluso estuvimos intentando fabricar piezas de arcilla, con resultado desastroso. Después nos acercaron a la ciudad y nos recogieron por la tarde para pasar otra noche en su casa. Increíble esta gente.

Esta pareja nos llevó en su coche. ¡¡Muchas gracias!!


La familia de Toreh
En la fábrica de Lalejín

Practicando

Comprando el pan

En Irán, siempre comiendo


Hamedan

Toda la familia en moto

Mercado de Hamedan

Mercado de Hamedan
Donde fueres haz lo que vieres



Haciendo amigos

Al día siguiente Toreh nos llevó a la estación de autobús para ir hasta Kermanshah, nuestro visado iraní estaba expirando y debíamos renovarlo por segunda vez. Queríamos llegar pronto y al final tomamos un taxi para los tres, que nos costaba poco más que los tres billetes de autobús. Llegamos a las 11:00 a Kermanshah   y nos dirigimos directamente a la Comisaría de Inmigración para renovar los visados. En Inmigración estaban un poco descolocados con nuestra presencia, están acostumbrados a tratar con inmigrantes irakies, que son los que vienen a renovar los papeles aquí, pero no con turistas occidentales. Una de las mujeres policía, con chador de uniforme, hablaba un poco de inglés, y después nos pusieron a otra por teléfono a la que apenas pudimos entender, ya que nosotros tampoco es que seamos eruditos de la lengua inglesa y por teléfono nos cuesta bastante. Con lo que ya sabíamos de nuestra anterior experiencia de renovación de visado y con lo que nos explicaron, al final pudimos renovarlo, ya disponíamos de un mes más para permanecer en el país, aunque solo necesitábamos unos veinte días.
Desde Kermanshah hicimos de nuevo autoestop hasta Palangan. Sin duda ha sido el pueblo más bonito que hemos visitado en Irán. Palangan estuvo aislado del resto de Irán durante muchos años, a causa de las escarpadas montañas donde se encuentra, es por eso que los habitantes de esta localidad hablan su propia lengua, además del kurdo y el farsi. En Palangan alquilamos una casa al lado del río por tan solo 6€.  
En el Kurdistán hay un sentimiento separatista, incluso en los años 80 hubo una rebelión independentista que finalizó con cientos de muertos. La lengua y la fisonomía de los kurdos es diferente a los iraníes, y al parecer mi aspecto es bastante similar al de un kurdo, o eso me decían ellos. Es verdad que en muchas ocasiones, la gente se me dirigía en kurdo, cosa que no le pasaba ni a Merce ni a Sel. 


De camino al Kurdistán iraní


Palangan


Palangan



Palangan, uno de los pueblos más bonitos de Irán

Haciendo una amiga

Paisanos tomando el fresco en Palangan

Palangan





Abandonando nuestra casa en Palangan

Dos generaciones. Palangan
Esperando un transporte para abandonar el pueblo

Desde que entramos en el país, algunos iraníes han seguido nuestro viaje a través de la cuenta de Facebook Dos Bicis Sin Destino. Uno de ellos es Alijozi, un cicloturista y montañero que vive en la ciudad de Zanjan, a unos 340 kms al oeste de Teherán. Cuando nos encontrábamos en el Kurdistán, nos invitó a pasar por su ciudad para visitarlo. Al principio rechazamos la oferta, pero después pensamos que podía ser una buena experiencia, y no pudimos estar más acertados. Zanjan no se encuentra en el Kurdistan, sino en la zona Azerí de Irán, los azerís son la segunda etnia más numerosa del país, después de los persas. Alijozi nos recibió en su tienda de electrónica, donde tenía habilitada una habitación donde nos podíamos quedar a dormir, pero luego nos propuso dormir en casa de un amigo suyo, donde estaríamos mucho más cómodos. Llegamos bastante cortados a la casa de su amigo Saeid, que resultó ser, como casi todos los iraníes, una persona excepcionalmente hospitalaria. Enseguida se nos ofrecieron dulces, dátiles, chai, frutos secos, todo de una calidad extraordinaria. Por la noche nos invitaron cenar a un restaurante muy bonito, situado en las montañas que rodean la ciudad. Allí conocimos a Hussein, un personaje de los que dejan huella. Hussein, a pesar de sufrir una enfermedad muy grave, es una de las personas más alegres que hemos conocido en nuestra vida, supongo que es el ansia de seguir viviendo lo que le hace ser así. 
Al día siguiente estuvimos visitando Soltaniyeh, la tumba del Sultán Mohammad, construida en el periodo mongol durante el S.XIV. Monumento Patrimonio de la Humanidad que se encuentra muy cercano a la ciudad de Zanjan. Más tarde fuimos a la finca de Hussein, donde este nos deleitó con sus típicas canciones Azeries.  

En Irán, como en otros países de su entorno, es normal que dos amigos vayan agarrados de la mano por la calle, aunque tampoco es que se vean tan a menudo como lo hemos observado en Zanjan. Nuestros amigos iban muchas veces agarrados de la mano, pero no solo eso, si se paraban uno a hablar enfrente de otro, entrelazaban ambas manos, en la forma que en España lo haría una pareja de enamorados. Los besos también eran muy normales. Llamadme raro, o quizás es que mi mente occidental es demasiado obtusa, pero que cada dos por tres un tío con un mostacho imponente me plantara tres besazos en la cara, no me agradaba demasiado. 

Otra curiosidad de este país de la que todavía no habíamos hablado, es el Taroof. En Irán es muy usual que cuando vas a comprar en una tienda o en un restaurante, y pides la cuenta, te digan que estas invitado. ¡¡Joder, que bien!! Diréis. Pues no, resulta que es una costumbre arraigada desde hace siglos, y realmente la persona no es que te quiera invitar, sino que ellos esperan que te niegues a la invitación. Muchos de ellos te repiten la invitación hasta tres veces, y tu tienes que seguir negándola, hasta que el tendero al final te pide el dinero. Nosotros todavía no le encontramos el sentido a esto, supongo que será para quedar bien o algo así. El caso es que antes de venir a Irán, nosotros ya conocíamos esto del Taroof, y insistíamos en pagar. Pero una vez en una tienda el hombre nos dijo, hasta en cinco ocasiones, que no pagáramos, y como pensamos que era una invitación verdadera, nos marchamos sin pagar. Cuando estábamos en la puerta montando en la bicicleta, sale el hombre y nos pregunta si es que no tenemos dinero. Le decimos que si que tenemos, pero no nos íbamos a quedar toda la tarde allí insistiendo veinte veces a ver si se decidía al fin a cobrarnos. Entonces va y nos pide la cuenta, son… tanto. Aquí tiene usted señor, vaya con Alá.


Los Kebabs iraníes, que no tienen nada que ver con los Kebabs turcos que conocemos en España. En Irán se les llama Kebabs a los pinchos, que normalmente son de cordero o pollo.


Mercado de Sanandaj, una ciudad localizada en el Kurdistán

Sanandaj

Sanandaj


Con Alijozi en el mercado de Zanjan. Además de invitarnos a su ciudad, le regaló estas zapatillas, la mar de bonicas, a Merce.


Mercado de Zanjan

Mercado de Zanjan
Con Alijozi y Saeid, en la casa de este último.
Merce con Hossein y Alijozi

Soltaniyeh. Tumba del Sultán Mohammad. Patrimonio de la Humanidad
Saeid bailando en la finca de Hossein

Hossein, una de las personas más alegres que hemos conocido en este viaje

En la finca de Hossein
Estación de tren de Zanjan

Volvimos de nuevo a Teheran para celebrar el cumpleaños de nuestro mejor amigo, el gran Iman, y disfrutar de los últimos días en el país con nuestra familia iraní. Tras conseguir los visados de Tayikistán y China, nuestros amigos Iman y Habib, quisieron que los acompañáramos al norte del país, a una zona de montaña cerca de Gorgan. A más de 3.000 metros pasamos una bonita jornada, hicimos una barbacoa y nos despedimos con tristeza, y con un hasta siempre, de las mejores personas que hemos conocido en este viaje. Esperamos que en un futuro puedan venir a visitarnos a España, eso al menos nos han prometido. 

Iman le regala esta sonrisa a Merce

Celebrando el 28 cumpleaños de Iman

Parque motociclista de Teherán

En las montañas del norte de Irán con nuestros amigos
Paseando por las nubes

Todo el día haciendo el chorra

Iman volando

Iman y Habib, sin ellos no habríamos comido aquel día

Preparando los kebabs

Amigos para siempre

Sel está colgado

A comer

Desde Gorgan, no nos quedaba muy lejos Bojnurd, la ciudad donde teníamos nuestras bicicletas, así que fue fácil llegar hasta allí en autobús. Sel tuvo que regresar a Teherán, porque todavía tenía que recoger su visado de Turkmenistán. 
Shiva y Milad nos recibieron tan amablemente como la primera vez en Bojnurd, y allí conocimos también a un alemán que estaba viajando en bicicleta desde su país hasta el sudeste asiático.  

Desde Bojnurd nos quedaban tan solo 200 kms hasta la frontera con Turkmenistán. El primer día, aprovechando el recorrido llano, hicimos 130 kms hasta Quchan, y el segundo sufrimos muchísimo a causa del viento, la lluvia y las montañas, para llegar a Bajgiran, el pueblo fronterizo entre Irán y Turkmenistan. Al final, con mucho esfuerzo, llegamos y acampamos a tan solo 3 kms de la frontera, para al día siguiente, bien temprano, cruzarla sin problemas. Nuestro amigo Sel, después de haber conseguido su visado de Turkmenistan en Teheran, pudo llegar en autobús, y en coche particular, hasta donde nosotros nos encontrábamos acampados esa misma noche.



Paramos a tomarnos un refresco de camino a Bojnurd, y enseguida estas mujeres vinieron a traernos un plato de comida. ¡¡Gracias Irán!!

Bola del mundo con "pequeños errores", America del Norte está situada en Sudamerica, y viceversa.

Un checo que viajaba desde su país en moto y que nos llamaba héroes por viajar en bicicleta. Dos días más tarde lo encontramos de nuevo en la frontera de Turkmenistan, donde lamentablemente no lo dejaron cruzar.




Saliendo de Quchan con destino a la frontera de Turkmenistán. Nos esperaba un duro día de lluvia, viento y puertos de montaña.

Duro pero bonito

No nos abandonó el mal tiempo hasta que llegamos a la Bajgiran

Abandonando Iran después de dos meses y veinte días. Muchas gracias.

Abandonamos Irán con mucha pena, sobre todo por dejar allí a amigos extraordinarios con ansias de vivir una vida normal, pero coartados al estar dirigidos por una panda de fundamentalistas religiosos. Espero que esto cambie algún día y podáis ser libres. ¡¡Os queremos!!




2 comentarios:

  1. La hospitalidad de los iraníes es legendaria, espero algún día poder recorrer el país en bici, aunque con vuestro estupendo relato ya me lo he imaginado :)

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    1. Muchas gracias Chema. Si viajas a Irán sentirás la hospitalidad desde el primer día. Te lo aseguro.

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